A FAVOR DE BORIS
Bruno Marcos
Llevaba no sé cuantos años al servicio de la estulticia nocturna, degenerativa y cínica, y, por fin, se le ve como es. Ahora sí se desnuda, en medio del día, en medio del mundo completo, aunque se lo prohíban con constantes avisos de que no se baje más los pantalones.
Estaba confinado en las galeras de la noche carcunda, obligado a mostrar el gesto descontextualizado, fuera de la tradición de la que proviene su aristocrático distanciamiento, su filtro, su alejamiento de lo real.
Lo repudia la masa a ratos, los comentaristas televisivos, incluso los -como él- homosexuales, porque quien debería reivindicarlo son los poetas.
Lo que él llama glamour es el distanciamiento artístico. Aunque los demás le veamos sumergirse en todos los fangos él los sueña de oro. Encuentra fascinante a un obrero y a una reina porque aplica el artificio cultural a la percepción; su cerebro rastrea toda referencia del discurso –novela, televisión, cine, literatura- y todo lo hace fascinante porque todo podría, en manos del poeta, ser trascendido a la singularidad de lo significante.
Se toma el grandísimo trabajo de comunicar ese entusiasmo, esa lindeza de filtro para suavizar y divinizar lo real, para maquillar la putrefacción que habita en cada cosa que muestra y la vuelve arte, desplegando esa espontaneidad de lo bello eterno, -decadente, dandy, ingenio, brillo, Wilde- lo sublime.
Acaso sólo le falte un último gesto para coronar su carrera, ese, más nuestro y tan flamenco, del desplante: dar la espalda al público y desaparecer.
3 Comments:
quieres escribir en mi periódico?
Cada día mejor.Eres todo un comentarista Catódico
Volveré
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